martes, 18 de diciembre de 2012

Ciudad plegada y IV: las fuerzas elementales y la transmisión

Pasados los días del curso y un fin de semana en sofás de amigos, había que volverse a Copenhague.




Vi este muro en uno de los últimos paseos. Este bajorrelieve (o mediorrelieve?), una alegoría de inspiración clásica y temática vernescamente finisecular, me puso un poco triste al hacerme pensar que tenía que volver a casa al cabo de un día, porque me recordaba a algo de La Muerte en Venecia, donde el protagonista "[...] desde que tuvo a su alcance medios para aprovechar a su antojo las facilidades de comunicación, no había considerado el viaje sino como una medida higiénica, que en ocasiones tuvo que emplear aun contra sus deseos e inclinaciones." Y es que París no me apasiona pero tampoco es que me muriera de ganas de irme.

Cuando volví a Copenhague los poderes fácticos, el cierzo y el frío, ya habían declarado el invierno. Estábamos a menos unos cuantos y los lagos estaban cubiertos de un palmo generoso de nieve.


Y mi ventana, tan sufrida, tenía que irse sacudiendo de vez en cuando para poder ver.



Otra escultura alegórica de inspiración clásica había sido revestida de modernidad, en este caso para advertirnos de la llegada implacable de la Navidad; alguien había decorado con gorritos rojos los amorcillos de esta copia en bronce del Padre Nilo que hay en el centro, cerca de los lagos. Al otro lado de la calle está el Tíber.








sábado, 15 de diciembre de 2012

Ciudad plegada III: el milagro francés

El curso no estuvo mal. O bueno, estaba mucho mejor de lo que yo esperaba. Al menos el café y las pastas estaban muy por encima de a lo que estoy acostumbrado en estos entornos. Pero claro, es Francia, y la bollería está muy bien.

Durante el curso nos explicaron algunos proyectos con grandes corpus textuales que habían hecho en Francia, y cómo algunos diarios eran más dificiles de procesar que otros. El Est Republicain, por ejemplo, está notoriamente mal editado. Cuando los investigadores le dijeron a la gente del diario que podían mejorarles la corrección automática, ellos dijeron que nada de eso, que si parecían un diario serio empezaban a jugar en la liga de Le Monde y no se iban a comer una rosca. Me pregunto si le pasa también lo mismo a El Periódico.

Curioseando por la página web del diario se veía que era prensa regional. Faltaba una entrevista a la cerda más fértil de Lorena. Pero a pesar de la brevedad de esta lectura diagonal, me fue imposible no fijarme en el anuncio del calendario de las From'Girls.




Ahí estaba, Francia representándose a sí misma, lencería, pintalabio, queso y tetas. Por lo visto,  hay una Asociación de Defensa de los Quesos de Leche Cruda, que no está contenta con eso de que la UE les quiera hacer pasteurizar todo, y que edita este calendario.

Queda muy bien decir que cuando uno viaja, no va a hacer lo típico que hacen los turistas, sino que uno encontró un sitio muy típico o muy de allí, e hizo las cosas que hacen los de allá. Y claro, siempre preocupado con la autenticidad de las experiencias, me tuve que imponer una inmersión en lo que se ha dado en llamar el Milagro Francés, i.e., una dieta rica en colesterol compensada con mucho vino tinto para (lo juro) evitar problemas coronarios.

Podemos empezar el recuento con esta sopa de cebolla. Qué me gusta comer de cuchara.


Crème brûlée. Aquí estaré siendo etnocéntrico, pero me gusta muchísimo más la crema catalana. O al menos me gusta más la crema catalana que he probado en casas de gente que la crembrulé que he probado en restaurantes, con ese regusto a tupperware que tiene el sucedáneo de vainilla.


Lo que sí que está bueno en Francia es la comida china.



Hay una marca de té que se llama Las Dos Marmotas. Da sueñecico nada más ver el sobre.


Sueñecico daba también ese platazo de potée. Era en un restaurante de self-service a los que van los trabajadores de oficinas cercanas, pero a pesar de lo impersonal del sitio y de lo cutre que eran el pan y los entrantes, la col de debajo del pringue estaba espectacular.


Y para aligerar, unos fideos japoneses.


Y casi a punto de irme, un autobús con un cartel de la fundación Brigitte Bardot nos insta a que no comamos caballo




martes, 11 de diciembre de 2012

Ciudad plegada II: espías y tinieblas

Pensaba que la parte museográfica de esta visita iba a ser más escueta porque me temía que no me daría tiempo de ir al Louvre.

De rebote, tuve que pasar por Arts et Métiers a hacer un recado. Puede que fuera allí donde se terminara por definir este interés en los museos de cosas hace unos cuantos años. Pero no he estado en ningún museo de cosas esta vez.

Estuve en la facultad de Bellas Artes en una exposición muy sospechosa que se llama Intelligentsia y trata sobre la interacción entre escritores rusos y franceses durante el siglo XX. Era un poco como de peli finolis de espías. Lo sospechoso era que, aparte de un servidor, que iba en anorak, sólo había hombres con gabarbina,


Con éste tuve que ir con cuidado para que no se diera cuenta de que lo estaba fotografiando a él.


Amparado por uno de los panles, le hice una foto al tercer caballero en gabardina y determiné que sería prudente salir discretamente.


Al acabar el curso, cuando supuse que los señores con gabardina habrían dejado de buscarme, me atreví a ir al Louvre. Disponía de poco tiempo, así que dediqué unas tres horas a las secciones italiana, española y holandesa, centrándome a lo que más me gusta del arte de academia: los bichos vivos y muertos, las manos y los pies.


Aprovecho para defender la consolidadísima canonicidad del buey y la mula en los Nacimientos, diga lo que diga este papa advenedizo y pelmazo.







La sección española no es muy grande, lo que hay son sobre todo Riberas. Qué gustico doméstico da el tenebrismo cuando uno vive en una ciudad tan protestantona y tan de diseñito.






También estaba Séneca, pasándolo fatal.

Y esta señora estupenda, a quien seguro que también le ponen los museos (ver más abajo).


La sección de arte británico es menor todavía, pero tienen el Pandemónium de John Martin entre otras horteradas del Romanticismo. El cuadro tiene su gracia, pero lo que me arrebata es el marco (el cartelito decía que era el marco original de la obra, hecho ad hoc).



Y claro, yo lo que iba a ver era la Muerte de la Virgen, de Caravaggio, que además de ser realmente bonito, tiene una historia bastante interesante, primero porque se pintó en una época previa a la promulgación del dogma de la Asunción (que vino después de la Segunda Guerra Mundial!), y segundo porque se dice que la modelo de la Virgen es una Nomen Nescio ahogada en el Tíber.





Pero estas chicas lo cuentan mejor que yo.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Ciudad plegada I: vistazo general

Hace unas horas he ido a ver Holy Motors, que viene a ser un cruce fino y grave entre Les Acteurs y Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?. La peli no está mal, pero lo que importa es que pasa en París. No sé si todas las películas que pasan en un sitio tratan sobre ese sitio, pero me atrevo a creer que la mayor parte de las películas en París son películas sobre París.

Y tratar sobre algo es peliagudo cuando una película trata de algo que es, en sí mismo, algo sobre sí mismo. Vamos, que París es pura autorreferencia, una ciudad plegada hacia adentro, un acordeón de espejos. 

Hacía mucho que no iba y estos días he pasado allí una semana y pico. Teníamos un curso. El sábado antes del curso aterrizaba en Charles de Gaulle, besando con inquina el suelo en el que por poco se mata Mayor Oreja.


No venía a París desde el 2007, que vine a visitar a Camille y Matthias,  unos amigos franceses que había hecho en Alemania.  El domingo estuve comiendo con Camille y me enseñó las vistas desde su ventana.





Y también me enseño la ciudad desde la terraza de su octavo piso, a la cual se accedía con una escalera de mano muy pocoresguardada. No me caí al vacío y nos hicimos una foto a contraluz.


Eso sí, al cabo de un rato me hinqué en todo lo alto el borde de la ventana arriba retratada.



A Camille le interesa mucho la política y mientras mis concatalanes estaban votando, yo le comentaba puteado que no me habían llegado las papeletas para poder votar en la embajada. Pasamos por delante de este sitio y se me quitó un poco la mala hostia.


Luego me acordé de que la cabeza me chorreaba sangre y me volví a cabrear.



Éste ha sido un viaje de mucha trascendentalidad percibida. Cenando con Matthias, que había sido mi amistad más cercana cuando vivía en Berlín, se me llevaba un poco el vértigo de recordarnos. Como compañeros de clase y amigos instantáneos con un gusto musical bastante compatible, habíamos pasado mucho tiempo juntos.


Naturalmente estaba preocupado por cómo sería el reencuentro. ¿Íbamos a tener de qué hablar? Él se metió en investigación algo antes que yo y entrega la tesis en una semana o dos. Está con unas cosas bastante abstractas de las que yo apenas tengo conocimiento referencial, y supongo que viceversa. Al menos podríamos hablar de trabajo.


"Anda, ya le saqué a una foto a esto hace cinco años. Sólo que era de día". 


Fue realmente agradable. Pero no es que fuera como si no hubiera pasado el tiempo.


Fue más bien como si nos volviéramos a conocer y volviéramos a caernos bien.